miércoles, 11 de mayo de 2016

Son 120 las necesarias

Los sonidos se repiten una y otra y otra y otra
Su esencia perdura para no ser olvidada
Es un movimiento artístico espectral, acostado en un colchón desolado
Esperando los fantasmas en el umbral sin más que la afilada línea racional para defenderse de sus espantos y engaños
Basta solamente un terrón de azúcar malicioso
Un pinchazo solitario
Un sahumerio caprichoso
Para dirigirse hacia lo amortizado
Un oprobio entre consciencias, y con ciencia restregando sus alturas y bajezas en las caras de los ignorantes
Una iglesia patronal con pastillas alcohólicas para prender una llama de retorcida sabiduría llavada a ciegos con binoculares
Un desgarramiento neuronal para abrir las puertas retenidas por las máquinas transformistas y costumbristas, sin más fín que esparcir sus semillas para que broten como semejantes idénticos, plasmando su soberbia y estrechez en el reloj de arena infinito
Sin más que mi mente y deseos burgueses, se desata la confrontación vergonzosa en los hemisferios, deseando la llama que alumbra en los hoyos negros, que alimenta con solo mirarla y te conforta en las noches polares del ártico.

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