Carrete

El alcohol corriendo por las venas, el humo estancado, ya no se podía saber si era Nuevo o Viejo. La música taladrándote los tímpanos, luces centellando por los lados, la velocidad, la excitación, la adrenalina de ir en un auto a esa velocidad en ese estado.

Por fin llegamos, el lugar de siempre. Todas las veces era un lugar distinto, pero era siempre lo mismo. La nariz te sangra, el estomago te da calambres, sientes las piernas como si hubieras jugado 10 partidos, y la voz siempre esta ahí, detrás de tu cabeza, solo una vez mas, y después paramos, y quieres parar, de verdad quieres, pero es como un sueño del que no puedes dejar de soñar y mueve locas piezas a donde quiere, y de repente, eres capaz de cualquier cosa. Aire freso en mi cara, un flash back, la música sigue sonando, pero ahora aún mas fuerte, Riders on the storm, que canción mas cliché, pero aun así, Jim vivió y murió por el sueño, ese mismo por el cual acabamos de mentir, y arruinar hogares, después de todo, es mi vida cierto?, somos todos jinetes de nuestra propia tormenta, no importa lo que digan. Era un sueño no una pesadilla, un sueño hermoso que no habría imaginado nunca en mil años. Vi a esa mujer junto a mi, no era hermosa hasta que sonrió, y sentí esa sonrisa dentro de mi, y las calidas ondas adormitaban mi cuerpo y mis dedos de ráfagas de colores corrían, y sabia que en algún lugar del mundo, en algún lugar había amor para mi.

Ahora sí, todos abajo, y todos adentro. Era todo negro. No, todo negro no, porque sino no vería nada, habían luces rojas que iluminaban todo lo que no era negro.

Es aquí donde comienza la diversión, hacia la esquina del cuarto, sin saludar a nadie, nuevamente la música sonaba, el alcohol pasaba de mano en mano, el humo se confundía con el aire. Las pastillas de colores y los besos abundaban, se fundían con el denso ambiente y la falta de colores. Que raro, todos vestidos de rojo, y todos con las caras rojas… ah no, es por la luz roja, verdad. Subamos al segundo piso, siempre es mejor en las alturas. Amo esta mansión, aunque tenga demasiadas ventanas, medio abiertas cada mañana, medio cerradas cada noche. Que bueno, aun queda un poco para nosotros…. Pinchazo, inhala y…

Eran las siete de la mañana cuando comencé a tiritar. Mis amigos me dijeron que me fuera a morir a otro lado porque les estaba cagando el carrete. Uno de ellos me metió las manos en los bolsillos y me saco lo poco que tenía: tres lucas y cuatro papeletas que aún me quedaban. Como pude rasguñé en la pared el teléfono de mi casa para que le entregaran el cuerpo a mi mamá. Estaba resignado a morir. Allí supe que a la mierda de amigos que tenía no les importaba mi vida. Llevábamos encerrados en ese antro del infierno en uno de los barrios malditos de la ciudad desde hacia dos días. Las ratas me caminaban por el pecho, y las cucarachas y las pulgas se movían por la cabeza como piojos. Cuando me dio la tercera convulsión me arrastraron tres cuadras y me tiraron a una cuneta para que me muriera sin molestar. Estoy solo. Pero no solo yo, todos estamos solos… solos para siempre. Donde estará el final de ese túnel de soledad? Al final de la alameda, en esa casa, con el papel mural de rascacielos y luces rojas. Comencé a pensar que después de todos esos viajes maravillosos que había hecho, este es uno de los malos.